15 de juny 2008

El suelo urbanizado de la Safor crecerá un 44% si se aprueban todos los proyectos previstos

Los planes presentados en varios municipios conllevan la creación de 22 millones de metros cuadrados y un aumento de la población del 64%.

La mayoría de municipios de la Safor estudian durante esta legislatura modificaciones en sus planes generales de ordenación urbana, que permitan multiplicar por dos, tres y hasta cuatro veces la población actual con la que cuentan. Esto supone que, en caso de salir adelante en los Ayuntamientos los proyectos previstos, la comarca aumentará en un 44% la superficie de suelo urbanizado.

En la última década, la proliferación de planes urbanísticos ha supuesto un notable incremento del suelo construido en detrimento del suelo forestal o protegido.

Desde el año 1997, se han proyectado en la Safor más de 36.000 viviendas. Para construirlas, se generan 21.848.000 nuevos metros cuadrados de suelo urbano. Esta afirmación conlleva muchas consecuencias aparejadas. En primer lugar, la ya mencionada pérdida de suelo forestal, que cede en favor de las nuevas zonas de carácter urbano.Si crece el número de viviendas, consecuentemente lo hará de personas que las ocupen. Concretamente, se calcula que crecería de media en torno a un 64%. Si se computa una media de 2,5 personas por cada vivienda nueva, la comarca tendría 91.390 habitantes nuevos.

De ahí se desprende también un incremento en el número de servicios básicos que se necesitan: calles y carreteras de acceso, y por tanto, vehículos (que producen mayor contaminación); iluminación; recogida de basuras; suministro de agua potable y de alcantarillado; asistencia sanitaria y educativa; y un largo etcétera.

Todos estos datos y reflexiones sobre el irreversible proceso de transformación territorial y paisajística que afecta no sólo a la safor sino a todo el territorio valenciano, forman parte del libro Macrourbanisme i agressions al paisatge mediterrani. El medi ambient i la societat valenciana, escrito por Roger Cremades."La total transformación del territorio en un tiempo tan reducido como lo que tarda en implantarse" da una idea de la magnitud del problema. Para ejemplificar esa situación el autor se acerca a las comarcas centrales donde se dan todos los fenómenos expuestos.

Los huertos desaparecen; se urbanizan las pocas playas que quedan vírgenes; los marjales se reducen hasta el último ullal; y las montañas quedan afectadas por canteras e incendios repetitivos. Son sólo algunos de los aspectos resumidos que incluye la obra que fue presentada hace unos días en la librería Ambra de Gandia. Y una de las grandes conclusiones que se extraen de su lectura es la gran proliferación de proyectos en la comarca de la Safor. El boom inmobiliario -que ahora parece ralentizarse- ha coincidido con la crisis económica del cultivo más implantado actualmente en la comarca, el citrícola. Lo que se ha visto favorecido por el crecimiento desorbitado del precio de venta del suelo agrícola -entre 25.000 y 50.000 euros la hanegada- en aquellas zonas donde se proyectan programas urbanísticos, la mayoría de los cuales incluyen un campo de golf. Todo ello conforma lo que Cremades denomina la "ciudad difusa". Como no existe una planificación que ordene el territorio a escala comarcal o supracomarcal, cada municipio toma sus decisiones en materia territorial sin tener en cuenta ningún factor ajeno más allá de la aprobación de la Conselleria de Territori.

Eso permite el desorden territorial y el crecimiento sin límites de los pueblos. También provoca la incertidumbre sobre cómo serán las comarcas el día de mañana.Cremades no se queda ahí, sino que además aporta algunas de las consecuencias más negativas de esta tendencia. Un ejemplo: tener una macrourbanización en el término municipal puede suponer un sobrecoste para los habitantes del núcleo tradicional, con el consecuente agravio comparativo.

A modo de conclusión, el libro de Cremades apunta dos agresiones importantes en los espacios forestales valencianos, derivados de la evolución que sigue el urbanismo en los últimos años. Por un lado, la transformación de las vertientes de las montañas en cultivos de naranjos, en un momento en que éste resulta poco rentable económicamente. Por otro, la proliferación de urbanizaciones a lo largo y ancho de las montañas, con un gran atractivo para las familias.