19 de febr. 2008

L'home que xiuxiuejava a les plantes

(Article publicat al Levante-EMV)

Durante más de 20 años recorrió el territorio valenciano con una grabadora prehistórica para que los más ancianos de cada pueblo le contaran cómo se vivía cuando no había más medicinas que las plantas.

José Manuel AlcañizHe de donar-me molta pressa, perquè la gent que encara manté les tradicions del món vegetal està desapareguent a tota velocitat, me decía Joan Pellicer en la primera entrevista que le hice, en febrero de 1999. Hace un año, también en el mes de febrero, fue él mismo quien desapareció sin llegar a cumplir los 60, sin haberse retirado a Penyagolosa como quería ni haber podido viajar a la selva sudamericana, a la naturaleza de verdad. Y no lo decía porque la nuestra fuera de plástico, sino porque ha sido profundamente alterada por milenios de usos y abusos del territorio. On, digueu, digueu, a quin infern/ ha anat a parar, sense culpa ni pecat,/ l´olivera de la pujada de la mar,/ el seu fullatge de plata, la seua ombra fina com un vel;/ les llustroses moreres del camí de la Dula de l´Est/ i aquell om gegant als portals de Rodafam ?/ Però on són els estius d´abans?, se preguntaba en un largo poema inédito, que es un inventario de árboles y parajes desaparecidos bajo el cemento. A veces pienso que se fue porque ya no reconocía los paisajes de su niñez.

Pero no se marchó de vacío. Dejó a buen recaudo la memoria de los que se habían ido antes. Qué plantas se encienden con la chispa del pedernal y cuáles apagan el mal de amores. Qué se usaba como sucedáneo del tabaco y del café en los tiempos de penuria. Durante más de 20 años recorrió el territorio valenciano con una grabadora prehistórica para que los más ancianos de cada pueblo le contaran cómo se vivía cuando no había más medicinas que las plantas, cuando se comía todo aquello que no era venenoso y todas las materias primas para la industria salían de la naturaleza. Un mundo que, además, llevaba consigo su propio vocabulario, que ya nos resulta tan extraño como el del Siglo de Oro. ¿Quién sabe, hoy en día, qué es una barsa o un maruà?. A muchos nos han amenazado de niños con pegarnos una nyespla, pero ¿cuántos saben que se trata del duro fruto de un árbol muy cultivado en otra época y hoy desaparecido? Por cierto, una barsa es un recipiente hecho de palma o de esparto, más ancho de boca que de base, en el que los campesinos llevaban al campo la comida del día y las herramientas pequeñas. Una espuerta, vamos, que tampoco en castellano sabemos ya lo que es. Y un maruà es un alfombrilla de esparto, que si es grande sirve para apoyar los pies y si es pequeña para colocar las ollas calientes en la mesa. Si es para aventar el fuego se llama maruanet y en los dos casos viene del árabe maruah, que significa abanico. Así podía estar Joan horas y horas, vertiendo su sabiduría sin ostentación, olvidando que las horas pasaban, la luz huía y la faena estaba por acabar.

La faena era la grabación de Les Nostres Plantes, el espacio que él presentaba dentro del programa Medi Ambient. Fueron ocho años de salidas mensuales a la montaña, durante los cuales grabó la ficha de dos centenares de plantas, las más importantes en la historia del pueblo valenciano. Una ficha audiovisual que incluía todos los nombres populares de la planta, los usos de cualquier tipo que se le han dado a lo largo de los siglos, sus referencias mitológicas, la vinculación con festividades religiosas, refranes, canciones y poemas. Uno de los que más le gustaba era el que prescribe que la figa, per a ser bona/ ha de tindre tres senyals: /pansideta, clevillada/ i picada de pardal. Es un material que, de momento, sólo se puede encontrar en el archivo de RTVV o en manos de sus admiradores, que lo grababan semana a semana.Porque Joan era un maestro con una legión de discípulos que llenaba locales allá donde ofrecía una xarradeta (él nunca dio conferencias ni clases magistrales). Recuerdo una intervención en Puebla de San Miguel, pueblo castellanoparlante donde los haya, donde mantuvo la atención de un numeroso grupo de adolescentes de todo el Rincón de Ademuz durante más de una hora ... hablándoles en valenciano. Baste decir que el monográfico que le dedicó Medi Ambient tras su muerte triplicó los índices de audiencia del programa. Internet, un medio que él no llegó a explorar porque la información que le interesaba está en las aldeas y no en la red, está ahora a rebosar de páginas que le recuerdan, reproducen sus enseñanzas y le echan de menos.

Posiblemente, desde su admirado Cavanilles no ha habido otro científico valenciano que se haya lanzado de esa manera a los caminos para obtener la información de primera mano. Y él lo hacía sin burro y sin el propio del que Cavanilles se hacía acompañar en cada pueblo que visitaba. Con Joan Pellicer se fue una época que, dentro de nada, ya sólo podremos conocer por sus libros.

UN SABIO DESPISTADO.
En el aprecio que tanta gente sentía por Joan Pellicer influía, sin duda, su aspecto de gurú, flaco hasta el extremo y dispuesto a soportar cualquier incomodidad con tal de no tener que vender su tiempo. De hecho, él siempre decía m´han llogat per fer tal cosa, porque él no estaba en venta. Como mucho, en alquiler. Nunca tuvo coche, ni móvil, y el ordenador se lo compró a regañadientes cuando los tecnificados amigos le hicimos ver que era una locura elaborar una tesis tan monumental como la suya a base de fichas de cartón. Su falta de sentido práctico lo hacía entrañable, pero también suponía una fuente inagotable de problemas a la hora de grabar sus espacios televisivos. Nunca pudimos hacerle entender, por ejemplo, que aunque estuviera lejos de la cámara no necesitaba alzar la voz porque llevaba el micrófono en la solapa. Tampoco se quedó jamás convencido que si le hacíamos repetir algún párrafo era para grabarle desde otro ángulo, no porque lo hubiera hecho mal.

Entre los muchos premios que recibió está el Bancaixa de Cultura Popular, el Cavanilles y ahora, como colaborador del programa Medi Ambient durante ocho años, el Jaume Primer de periodismo. Aunque si estuviera aquí diría, seguro, que a él no le tocaba nada en ese premio, ni siquiera en los otros.